martes, 31 de julio de 2012

El otro día me planteé por qué siempre escribo acá las cosas que me hacen mal, o por lo que estoy enojada, deprimida, o algo parecido; y por qué nunca escribo lo que me parece bien del mundo, lo que me hace felíz y cosas así. Y me di cuenta de que es porque a esas cosas buenas siempre tengo con quién compartirlas. Siempre hay alguien al que le puedo decir por qué estoy contenta, que pasó hoy que me hizo feliz, si estoy ansiosa o emocionada por alguna cosa, etc. En cambio, no tengo con quien compartir las cosas que escribo acá. O sea, no. En realidad si tengo a quién contárselas. Yo soy la que no puede, y miren que hay personas a las que les tengo toda la confianza del mundo, pero, siempre acá, voy a poder expresarme mucho mejor de lo que podría expresarme con cualquier otra persona. No se de que se trata, porque tengo gente que me escucha y a la que puedo recurrir. Pero, con la mayoria de cosas que conté (de las que están escritas en este blog), quedé insatisfecha. Como que me quedaban ganas de hablar, o despues me acordaba de algo que no habia dicho y necesitaba decir. Quizas es porque escribiendo puedo pensar bien en lo que quiero sacar de mi, y las palabras salen solas. Sin embargo a pesar de haber contado la mayor parte de las cosas a ciertas personas, creo que antes de pasarles el link de mi blog lo pensaría mucho. Y es que lo pensé mucho, me parece que ni siquiera saben de la existencia de esto. Como dije antes, seguro que es porque cuando les cuento algo a ellos omito algunas cosas. Cuando lo escribo acá, escribo TODO. Absolutamente todo lo que pienso está acá.

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